Desde Cali: Reflexiones desde y para la práctica educativa

Escrito por Miguel Salas Ávila:

A través de los tiempos la historia de la humanidad se ha debatido entre la paradoja del pensar y el hacer debelando un conflicto entre el ser y el deber ser. 

Debate que llega hasta las puertas de nuestro quehacer educativo ahondando en nuestras incertidumbres didácticas y pedagógicas para preguntarnos: ¿pienso… luego escribo?


Esta realidad no es ajena a lo que somos: Maestros, maestros que incondicionalmente lo dan todo a través de distintas apuestas educativas.  Maestros que gran parte de su vida viven circundando entre la nota, la plataforma de notas, la llegada tarde a clases, los talleres, las cervezas sociales y una cantidad de ingredientes que desbordan la capacidad distributiva del tiempo, permitiendo que “algo” de dicho devenir escolar quede en el olvido, y ese “algo” sea lo que prime para que te cataloguen de “irresponsable”, y ser señalado magistralmente. Pero entre el transcurso de los cinco minutos siguientes a dicho señalamiento, y la labor profesional, todo vuelve a ser nada y nada vuelve a ser todo. Inicia la cuenta regresiva.  

Desde esta perspectiva existencialista develamos una corriente que nos devuelve al lugar primitivo de nuestras hipótesis, esas que nos permitieron heurísticamente, ser lo que somos hoy, investigadores y gestionadores de y en el aula. preguntas que permitieron interrogarnos por lo que hacemos y cómo lo hacemos. 


Si no damos cuenta de lo que somos, hacemos o pensamos ¿quién podrá defendernos? 


Preguntas, preguntas y más preguntas principio de la incertidumbre pues poco, pero poco escribimos, ratificando que el don de la escritura se está atrofiando y desacondicionando pues, no damos cuenta de esas escenas cotidianas vividas en el aula de clases de nuestras instituciones educativas. Parecen salidas de películas y de mundos macondianos que dan sentido a nuestro quehacer educativo.


Pero ¿cómo inmortalizar esas escenas si no escribimos?


Escribir es un don con el cual nacemos pero que no todos ejercemos. Nuestra práctica cotidiana debe estar documentada a diario y uno de esos principios debería estar representado en la implementación de procesos de sistematización, rigurosos e institucionalizados, que nos permitan mejorar nuestros procesos de acompañamiento en el aula, en el patio, en el recreo, etc. 

 

Escribir escribiendo; esa es la cuestión. Escribir de la escuela, de los jóvenes, de la ciudad, del país, de nosotros mismos, de nuestros inconformismos, al no entender dinámicas y prácticas educativas inscritas en la negligencia y el sarcasmo estatal, pues desde los presupuestos estatales, le apuesta más a la guerra que a la misma educación. 


Escribir acerca de nuestros procesos de planeación que muchas veces dejamos olvidados en los anaqueles, ante el afán de responder a lo inmediato; escribir acerca de nuestros miedos, inconformismos, fortalezas, debilidades, potencialidades, entre otros aspectos. 


Escribir, lo importante es escribir escribiendo, escribir de lo que hace cinco, cuatro, tres o dos años, o muchos años hacemos; escribir de nuestros tiempos libres recorriendo nuestra memoria en el palacio del recuerdo hasta largas horas de la noche; escribir de las discusiones con nuestros  familiares que nos reclaman en casa y en nuestros espacios; escribir para sentir que nos pueden leer, para perpetuar nuestra existencia; escribir para aprender, para corregir, para mejorar, para vivir,  escribir acerca de tantos  años de acompañamiento educativo y formativo.


Si escribiéramos, si así fuera, no tendríamos espacios en nuestros escenarios de trabajo para guardar los libros, las sistematizaciones, los escritos, los documentos, que perpetuarían nuestro quehacer. Entonces: ¿cuál es la cuestión? La cuestión está representada en interrogarnos no para decir: “pienso y luego escribo”, si no, para apropiarnos de la palabra, de la episteme, y poder expresar de manera prosaica a través de innumerables diarios de campo, tan frondosos como hojas de laurel posadas en grandes y densas ramas. 


Al igual que esas tupidas ramas debemos trascender para dar el paso a la acción, acción representada en pensar diariamente en una pregunta que motive nuestro quehacer educativo, que motive cada acto de fe, cada clase programada, cada año lectivo, que habla acerca de la vida y que permite esculpir historias pintadas en el mejor de los lienzos: la institución educativa.


Escribir escribiendo es escribir, no es nada más, por ello debemos perder el miedo a escribir y no permitir que tan preciado don se atrofie. 


Escribir escribiendo es hacer y debemos hacer lo que mejor sabemos: escribir, pues debemos ser firmes y consecuentes con lo que diariamente hacemos, aprendemos, vivimos y amamos. Es sencillo hay que hacerlo porque lo hacemos bien. 


Escribir escribiendo es un poco de todo y un poco de nada, al igual que la esperanza y el aliento que se cultiva en este escrito (no en vano lo único que quedo en la caja de Pandora fue la esperanza, pero no como lo último, no como objeto sino como ciencia, ciencia de la metáfora, ciencia de la esperanza fortalecida día a día).

Escribir escribiendo es dar cuenta de todas esas vidas que hemos afectado, que hemos transformado. Escribamos, demos cuenta de ello para la posteridad, para la inconmensurabilidad de la vida, para no marchitarnos, para no repetir la historia, para no señalar, para no estigmatizar.


No permitamos que nuestros fantasmas nos pregunten e interroguen como aquel humilde anciano: ¿qué cambiarias de tu larga vocación o “bocación” educativa? 

Ese anciano…

…se levantaba cada mañana a la misma hora, 

se colocaba sus pantuflas y se regaba la cara con agua.

 Entre dormido se cepillaba los dientes.

Tomaba la escoba y salía a su antejardín 

a barrer las hojas caídas del viejo laurel, 

no antes de tomarse la taza de café 

que lo mantenía dormido. 

Ese día recordó que hacía cinco años se había jubilado.

Una mañana despertó,

el viejo laurel no estaba 

había desaparecido, 

sus ojos se marchitaron. 

Desde aquel entonces

 se le ve caminando por el barrio 

con su vieja escoba y una piel por cobija  

tratando de recoger las hojas 

que solo guardaba en su memoria 

y el tiempo borro. 

Un día le preguntaron si cambiaría algo de su corta historia… 

y con voz de pasado respondió: 

aprendería a vivir viviendo. 

Una de sus últimas lágrimas se marchito… 

Todo volvió a ser nada…dormía en un vientre… despertó.


Escribir escribiendo es un acto de fe, de buena fe, lo afirmamos sin temor a equivocarnos. Escribir escribiendo es dar cuenta de un mundo mucho más concreto, más ideal, más humano, donde la igualdad, la diferencia y la dignidad sean condiciones equitativas como máximas de la existencia, la existencia de lo humano, de lo humanamente humano.


"Enseñar exige reflexión crítica sobre la práctica"
Paulo Freire

Miguel Salas Àvila, Licenciado en Filosofía, Docente, investigador, con perfil académico orientado al desempeño pedagógico; tiene  experiencia laboral en ejecución y coordinación de actividades tendientes a mejorar las condiciones de vida en las que se encuentra la población vulnerable o con medida de protección; diseña e implementa programas de intervención, individual, grupal y familiar.

Miguel participó en el año 2007 en el Programa internacional de Capacitación Avanzada Prevención de Violencia en la Escuela y la Familia en la Universidad de Lund, Suecia y, por ello, es integrante de la Red Latinoamericana para la Prevención de las violencias - PREVIO.

Su proyecto de cambio fue “En red ando –nos por lo sano” desarrollado con la Corporación Juan Bosco, comuna 14 del distrito de Agua Blanca de la ciudad de Santiago de Cali-Colombia. El objetivo principal con su proyecto fue generar un proceso de organización, participación e inclusión con padres y madres de 20 jóvenes de una institución educativa de la comuna 14, a través de encuentros grupales recreativos y formativos con el fin de potenciar y fortalecer factores proyectivos psicosociales, como estrategias de inclusión social y prevención al consumo de sustancias psicoactivas.




Comentarios

  1. Así es mi querido Miguel, aprender a escribir escribiendo y a vivir viviendo, sabias palabra. Que buen escrito

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